"El reconocimiento de lo sagrado empieza, simplemente, cuando nos interesamos por cada detalle de nuestra vida."
Chogyam Trungpa

jueves, 26 de abril de 2012

Morihei Ueshiba (植芝 盛平)



El arte de la paz comienza contigo. 
Trabaja sobre ti mismo y con la tarea que te ha sido asignada en el Arte de la Paz. 
Todos tenemos un espíritu que puede ser refinado, un cuerpo que puede ser entrenado de cierta manera, un sendero conveniente para seguir. 
Estás aquí con el sólo propósito de darte cuenta de tu divinidad interior y manifestar tu iluminación innata. 


Alimenta la paz en tu propia vida y luego aplica el arte a todo lo que encuentres.





No son necesarios edificios, dinero, poder o prestigio para practicar el Arte de la Paz. El cielo está exactamente allí donde te hallas y ese es el lugar para entrenarse.


El Arte de la Paz es la medicina para un mundo enfermo. En el mundo existen el mal y el desorden porque la gente ha olvidado que todas las cosas emanan de una sola fuente. Regresa a esa fuente y deja atrás todo pensamiento autocentrado, todo deseo mezquino y toda ira. Aquellos que poseídos por la nada poseen todo.


Crea cada día nuevamente vistiéndote con cielo y tierra, bañándote con sabiduría y amor colocándote en el corazón de la Madre Naturaleza.


La única cura par el materialismo es la limpieza de los seis sentidos (ojos, oídos, nariz, lengua, cuerpo y mente). Si los sentidos están obstruidos, la percepción se enturbia. Cuanto más turbia la percepción, más se contaminan los sentidos. Esto crea desorden en el mundo y ese es el mal más grande. Refina tu corazón, libera los seis sentidos y déjalos funcionar sin obstrucciones, y tu cuerpo y alma enteros brillarán.


El Sendero de la Paz es extremadamente vasto; refleja el propósito de ambos mundos, el manifiesto y el oculto. El guerrero es el templo viviente de lo divino, el que está al servicio de ese propósito.

El Arte de la Paz no es fácil. Es una lucha hasta el fin, la matanza de los malos deseos y de la falsedad interior. En algunas ocasiones, la Voz de la Paz resuena como un trueno, sacudiendo a los seres humanos y sacándolos de su letargo


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